1504:

 Muere Isabel I:




 Antes de morir, la reina Isabel dejó como heredera, pese a dar muestras de enajenación mental, a su hija, la princesa Juana, casada con Felipe II de Habsburgo. En su testamento, realizado en Medina del Campo, la reina dejó claro que, de persistir esta enajenación, se haría cargo de la regencia su marido Fernando de Aragón hasta la mayoría de edad de su nieto, el futuro rey Carlos I de España y V de Alemania.

Felipe el Hermoso, esposo de la princesa, impugnó las disposiciones testamentarias con el apoyo de los nobles castellanos, quienes vieron amenazados sus prerrogativas durante el gobierno del rey aragonés.
Gracias al apoyo de su padre el emperador Maximiliano de Austria reclamó sus derechos. Emprendió una política internacional neutralizada por Fernando el Católico tras casarse con la francesa Germana de Foix. Si el nuevo matrimonio tenía descendientes, la unidad entre Castilla y Aragón se volvería a romper.
El tratado de La Concordia de Salamanca (1505) lo impidió y Juana y Felipe reinarían en Castilla y Fernando el Católico tendría el cargo de gobernador perpetuo. No obstante, debido al acoso de los nobles castellanos, Fernando terminó por renunciar a la regencia de Castilla y se retiró a Aragón. Tras la muerte de Felipe el Hermoso el cardenal Cisneros, durante un Consejo de Regencia, pidió la presencia del rey. De nuevo en Castilla, se encargó de la regencia de nuevo, esta vez durante nueve años debido a la demencia de Juana. Tras la muerte del rey, el reino de Aragón fue heredado por su nieto Carlos, que unificó los reinos de Castilla y Aragón.

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